En Basuragurú creemos que los juegos olímpicos habrían de celebrarse siempre en el Primer Mundo, precisamente por tratarse de un acontecimiento donde el deporte es algo secundario o subsidiario, no obstante la denominación que recibe este evento, cuya dependencia de la economía es absoluta. Los juegos olímpicos son un adorno que sólo puede permitirse un país evolucionado, una sociedad avanzada que hubiese resuelto todas sus carencias más elementales. Por tanto, sólo en el Primer Mundo cabe encontrar a esos países que pueden permitirse mostrar a los demás su excelencia cultural. Para el Tercer Mundo, al que pertenece España, optar a la organización de un acontecimiento tal se asemeja al golpe de fortuna ansiado con una participación de lotería. Se aprecia inmediatamente la mediocridad del pueblo mediocre en su deseo de fortuna -mientras el Primer Mundo es obra de los grandes hombres, el Tercer Mundo lo es de dioses menores. Si en el Primer Mundo es la satisfacción por el trabajo la que impulsa y da energía a las gentes para alcanzar la obra realizada, el pueblo mediocre sólo sueña con cantidades enormes de dinero ajeno que le permitan realizar el sueño grotesco de la impostura, de manera que se sienta elevado y perteneciente a un mundo superior al que en realidad no merece entrada. Esto es así porque el progreso, concepto empleado para significar la evolución material de las sociedades humanas en su origen, expresa también una dimensión humanista de dicha evolución en la que coinciden marxistas y liberales documentados, que también los hay, o lo que es igual, una sociedad progresa no sólo en la medida en que sabe establecer las mejores condiciones de vida de sus miembros, sino sobre todo cuando sabe hacer de ellos seres humanos mucho mejores, y en el Tercer Mundo ni lo saben ni lo sospechan, luego sólo les cabe rogar a los dioses Fortuna y Dinero como si nada pudieran hacer los hombres sin el concurso de los cielos. El Tercer Mundo, donde cabe situar a España, insisto, es uno de delirios de grandeza, y contrasentido es vestir de seda a los chatarreros como regar a los cerdos con miel. Celebrar un acontecimiento como los juegos olímpicos supone abrir todavía más las puertas a los ciudadanos del resto del mundo, ¿pero qué tiene España que ofrecer más que calles sucias y pinchos enmohecidos y rancios? A mí se me encoge el corazón cada día cuando veo a los turistas del Primer Mundo recorrer Madrid. No es sólo que al menor descuido vayan a perder todas sus pertenencias más valiosas, no es sólo que la ciudad carezca de un conjunto monumental significativo que justifique un viaje de carácter más o menos cultural a las cloacas de Occidente, sino que el espectáculo humano que ofrecen sus habitantes es de un patetismo tal que la imagen de pueblo pobre y mendicante que se construye ante los extranjeros sirve para disuadir de cualquier inversión, en la materia y en el espíritu. El triunfo del liberalismo de los analfabetos trajo consigo la proliferación de estatuas humanas que reclaman su condición de instrumentos del arte (!), ejércitos de chatarreros venidos de las regiones más audaces de la UE, subsaharianos decorativos y toda suerte de buscafortunas al país de los taberneros -léase "emprendedores"-, el país del "sálvese quien pueda", del "pase y sírvase" y de la irresoluble anomia. Por todas partes hay gente mendigando, cabe preguntarse además si quedarán rumanos y búlgaros en Rumanía y en Bulgaria, igual que en algún momento Ecuador estuvo a punto de echar el cierre por falta de personal, porque había en España muchas viviendas sin vender ni alquilar. Por todas partes hay gente rebuscando en cubos y contenedores de basura uno ya no sabe el qué, porque cubos y contenedores son examinados cinco, seis, siete veces o más antes de que los camiones de recogida se cobren el resto absolutamente residual del botín de nuestra basura. Por todas partes se exhibe el carácter tercermundista de un pueblo pobre y delirante que vive con satisfacción el signo de su pobreza: España es sucia y hortera. Yo he recorrido esta ciudad -Madrid- por años sin fin hasta creer que vivo en ella desde hace una eternidad y nada de lo que veo hoy se parece a nada de lo que haya visto hace dos décadas. A mí me gustaría que quienes dirigen el COI viajasen a Madrid para ver la ciudad que realmente es, y no la que políticos alucinados e interinos quieren hacerles creer que es o será cuando tenga el dinero que permita realizar proyectos caducos. Descubrirían entonces lo que muchos hemos sabido desde hace demasiado tiempo: no es un problema económico, es un problema cultural también. Para abrirse al mundo hay que ofrecer algo deseable, algo que los demás perciban que les falta, algo que les oriente en una dirección humana, y eso España no se lo puede ofrecer a ningún país del Primer Mundo.
Desde Basuragurú solicitamos su apoyo a los miembros del COI para que sea Tokyo la ciudad que acoja los juegos olímpicos en 2020, una adhesión hecha con la conciencia de ciudadanos honestos y coherentes. Nosotros no creemos en otros milagros que los divinos, exclusión explícita de la superstición "leyes del mercado", no tenemos la menor confianza en los políticos que decoran sus despachos con obras de arte ni apoyaremos jamás a una delegación a cuyo frente se sitúa a una analfabeta política sin otro mérito que la compañía en el católico tálamo. La búsqueda de la fortuna por medios ajenos nos avergüenza, la orgía lobista de despilfarro nos aterra, y la mendicidad, ya privada, ya institucional, nos da ganas de vomitar. Basuragurú quiere decir al COI lo que nadie en España quiere oír: los juegos olímpicos no van a contribuir de ninguna manera a solucionar ningún problema de los que afectan al país, la principal transformación de que disfrutaríamos los habitantes de la ciudad de Madrid sería sólo de los precios de toda suerte de productos, artículos y servicios, y conocida es de todos la estúpida insaciabilidad de los españoles cuando se trata de sacar provecho de los demás. Nos gusta Japón, admiramos una cultura que presiona sobre sus miembros como si una grúa estuviese a punto de aplastarlos a la menor falta; nos produce la más irritante de las envidias que la violencia haya sido allí alejada del escaparate de la vida pública y que las colillas de cigarro se guarden en una bolsita dentro de la chaqueta. Pedimos pues el voto para la candidatura de Tokyo 2020.
Basuragurú
¡Todos con Tokyo 2020!
domingo, 30 de junio de 2013
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