Por alguna razón, Ana Mato me conduce a pensar en la talentosa Esperanza Aguirre. Se supone que es siempre en la izquierda donde los iletrados oportunistas buscan que la política sea una forma de vida, un medio para obtener los recursos que en la lucha diaria con los demás ciudadanos muchos no podrían conseguir, porque la competencia frente a los mejor preparados o superiores pondría de manifiesto sus carencias, su miseria, y estarían condenados a ser unos muertos de hambre. Luego sólo en la política se han podido asegurar muchos una pensión, es esto lo que nos dijo no hace demasiado la talentosa señora Aguirre, la misma que al pedir el voto para ella y su partido esgrimía las hazañas de DSK -la psiquiatría lo llama asociación libre y parece que funciona efectivamente así, por libre. Por supuesto, ella ha encadenado cargos con cargos desde la juventud, uno de sus hijos es asesor de algún ministro o secretario de Estado, pero, claro, no porque ambos conciban la política como modo de vida -para que no haya equívocos, aclaro que sigo aquí a Hannah Arendt, un modo de vida es un modo de ganarse el pan, nada menos comprometido que eso-, sino que están en política porque son los mejores -es una cuestión de factor Rh. Pero empezamos a rascar por aquí y por allí y aparecen más casos de personas que podrían disfrutar de recursos más cuantiosos en actividades de la vida privada, si acaso no perteneciesen también a esa familia de los mejores, que al parecer es una gran familia de derechas, cosas de la bondad. Por ejemplo, Ana Mato, el ahora exmarido de Ana Mato y el hermano de Ana Mato, eurodiputado. ¿No resulta sorprendente tanto compromiso reunido por lazos familiares? ¿No se ha desperdiciado aquí mucho factor Rh para la empresa privada? ¿No es extraño que haya tanta buena gente en la derecha que quiera ayudar a los demás, que dedique su vida, o mejor, que la sacrifique por favorecer a su pueblo, cuando fuera, en la empresa privada, serían panteras y leones con salarios a la medida de sus competencias predadoras? Y pensemos en nuestro señor Mariano, primer ministro del Gobierno del Reino de España. ¿Acaso no es la profesión de registrador de la propiedad una pensada exclusivamente por un régimen antiguo para dar bocados al patrimonio ajeno? ¿No resulta extraño el desapego de nuestro señor Mariano al dinero, que, según nos dice, no le ha proporcionado la actividad pública? Yo estoy hasta los cojones, realmente hasta los cojones de que algunos pretendan dar lecciones a los demás de moral, que pretendan justificar el éxito que han logrado por haber sido unos niños ricos con una ideología meritocrática que abre un abismo en la igualdad de oportunidades entre unos pijos déspotas y mimados y la gran mayoría de la población. Esto tiene que acabar de una vez, estos charlatanes de la derecha española no son en nada mejores que el último de los ciudadanos, estos impostores están tan preocupados por el dinero como cualquier ciudadano privado, tienen tan poco compromiso con su pueblo como todos los demás ciudadanos, y se han dedicado a la política porque ni en la empresa privada ganarían tanto como imaginan ni serían capaces de vivir de un trabajo normal. (Hasta nuestro señor Mariano se encuentra entre los diputados que practican el "timo de la dieta" -¡menudo desapego!-, al percibir un complemento por desplazamiento, cuando tiene residencia fija en Madrid). Ya está bien, coño, si es que ya está bien, ya vale de tomar el pelo a la ciudadanía, si es de todos conocido que hay tortas para entrar en la lista de un partido. ¿Acaso no es la lamentable situación del país, del Estado, de sus instituciones y Comunidades Autónomas una prueba irrefutable de que estos bondadosos gestores de la derecha no son sino otros tantos mediocres? Ya vale, por favor.
¿Y qué sabemos de Ana Mato? Más allá de que es la única ministra de todos los Estados democráticos europeos que toma sesiones de bronceado en invierno, no mucho más. Sabemos que una vez salió de la sala de bronceado y armó un escándalo mayúsculo, negó el copago o repago farmacéutico de inmediata aplicación y regresó de nuevo a la cápsula. Eso es todo lo que sabemos. Bueno, sabemos que la hicieron ministra por pagar alguna suerte de favor, quizá el de la fidelidad al líder, pero no se le conocen méritos, y una vez en el cargo, tampoco es que esté haciendo mucho para alcanzarlos. En un país normal, un ministro salpicado por casos de corrupción, incluso cuando en mucho, en parte o en nada verdaderos o falsos, tendría que abandonar su cargo como muestra precisamente de fidelidad, tendría que razonar de un modo muy parecido a éste: "mi persona y su suerte no son importantes, nada malo puede suceder a un hombre honrado, luego para que no se perjudique a mi partido ni a las ideas que representa, debo abandonar el cargo". Pero cuando sucede lo contrario, cuando se estima la propia persona por encima de las sospechas, cuando la presunción de inocencia de una persona singular es más importante que toda una ideología, cuando se recurre a argumentos como "no podrán probar nada" o "todo es mentira", entonces es lo peor de esa ideología lo que gana más fuerza, pierde por completo toda su credibilidad y sólo se aprecia el esfuerzo de un individuo porque no le quiten el sillón ni le arrebaten el maletín de las manos. No merece la pena. Además, el PP tiene medios suficientes para enviar a Ana Mato a Movistar o alguna otra empresa otrora pública o de algún amigo influyente que la acoja en un puesto fantasma donde no habrá de esforzarse por mostrar su valía. Podría entender la resistencia de Ana Mato y de nuestro señor Mariano a echarla del Gobierno si estuviésemos ante una ideóloga brillante -nadie se acordará de Ana Mato mañana, tanto si abandona como si persiste en su numantinada. En el PP parecen convencidos de su invulnerabilidad, no terminan de entender que sólo queda una bala en la recámara, que todo ha cambiado, y que tras la actual crisis económica, política, institucional, cultural, social..., quienes no hayan aprendido nada de nada van a desaparecer -por lo pronto, en las próximas elecciones regionales el PP va a perder Extremadura, Castilla-La Mancha y la Comunitat Valenciana, y cabe la posibilidad de un resultado muy ajustado en Madrid-, sólo queda una oportunidad antes de la gran descomposición y del gran estallido, no merece la pena, la honorabilidad de una sola persona en el Gobierno no merece la pena -Mariano, mal gobernante es sobre todo aquel que desprecia las consecuencias.
Yvs Jacob
[ Y fue entonces cuando a Mariano, al que llamaban "el Breve", empezaron a decirle "Brevísimo"].
martes, 5 de febrero de 2013
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario