Todavía no se ha hecho público el informe, pero las urgencias de los hospitales de toda España se colapsaron tras la emisión en los distintos informativos de televisión de la semblanza que María Dolores de Cospedal hizo el pasado viernes del nuevo gran líder conservador, y terror de los mercados, Mariano Rajoy. Dijo la Dolores cosas muy bonitas en su estilo, esto es, sin creérselas y sin que las creyese nadie, pero obligatorias en una feria donde algún espabilado había montado un puestecito andaluz, con mecheros y llaveros en forma de medalla con la efigie de los más brillantes políticos españoles del momento, cerca del orgasmo como debe de dejarlo a uno encender un cigarrillo con la cara de Arenas Bocanegra o abrir el buzoncito y mirar a la Dolores tan de cerca, concentrada en la medallita, mientras se observan, por ejemplo, las facturas que no se van a pagar, porque aquí somos muy de derechas.
A la Dolores le habían escrito una nota con los términos precisos del homenaje, pero no supo la sublime presidenta de la tierra que reniega de haber sido campesina hacer que las palabras sonaran a nada más que patraña. Tanto por lo increíble de que Rajoy sea tan maravilloso como quiso publicar la Dolores, como por que la misma Dolores dijese algo con sinceridad, por todo ello, no hicieron los "populares" sino otro mal teatrillo, al que tanto han acostumbrado a los españoles, aunque fue tan repugnante aquel hiperbólico elogio que muchos, con un malestar para el que no sirve otro medicamento que el llanto, acudieron a sus centros médicos más cercanos en busca de más dolor, para anular el primero y muy agudo, y uno se acuerda de algo leído en los libros de historia, de aquellos remedios donde era figura obligatoria la sangría, que mataba en poco tiempo al medio muerto, y, raras veces, lo sanaba.
Sigue el festejo por los ministerios, secretarías y subsecretarías de Estado, incluso cuando el poeta González Pons ha puesto en conocimiento de los españoles que sobran políticos, que el Congreso podría prescindir sin el menor trastorno de al menos 50 pensionistas tempranos, si bien nada ha dicho de su caso, si se encuentra en la partida o si piensa, tras haber soportado con su tronco el pesado ariete contra el infiel, dedicarse a la locución de audiolibros, por ejemplo, una vez llegada a su clímax la orgía de la victoria del PP. Se entiende que González Pons no se refiere a su partido, sino a los demás, porque el derecho a llevar a un cualquiera en sus listas es en realidad un privilegio de quienes vigilan el orden de la sociedad española, los "populares", que han conseguido, democráticamente, reparar su histórico error del pasado, haberse pasado a la democracia, que en apenas un mes abandonará la simpática tierra de la farándula, si es que el PP obtiene la mayoría absoluta que desde hace tanto muchos celebran.
La cosa se va poniendo fea, y cada día, más.
Yvs Jacob
martes, 11 de octubre de 2011
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