El hecho no es noticia en absoluto. Tan pronto algo sucede, la pregunta que se hacen los analistas más sensatos de la política española es cuánto tiempo llevará al Partido Popular montar un numerito.
Es así de triste.
Por supuesto, la culpa en la crisis del pepino es de Pérez Rubalcaba, que en sus ratos libres muta bacterias y escribe correos electrónicos a senadoras de Hamburgo en los que expresa con detalle el contenido que habrán de incluir los políticos alemanes en sus declaraciones antiespañolas. Pérez Rubalcaba, tal y como yo lo entiendo a partir del mito construido por la derecha política y vocinglera, es la polla, es la polla absoluta: ni siquiera un dios menor, como el que adora la hipocresía conservadora, puede superarle. Ojalá el mismo Pérez Rubalcaba no llegue a creérselo, no vaya a suceder con él lo que con otros amigos y enemigos de la derecha política y vocinglera que terminaron por convencerse de que eran mucho más de lo que en realidad eran -y son, claro.
Alemania. Alemania ya no es lo que era. Los motivos para estimarla se disuelven; sólo permanecen, como sucede a menudo, los éxitos pasados de su historia. Alemania es hoy un país vulgar, incluso torpe. Una red que comercia con títulos universitarios de postgrado, un ex ministro que había plagiado su tesis doctoral, insolidaridad manifiesta con los socios de la UE, estimulación de prejuicios insostenibles respecto de la cultura y la vida en otros países... Alemania se caricaturiza. Es más, en el mundo globalizado, ya no parece posible que ninguna nación aleccione a otras, al ser todas partes de la misma mierda. No obstante, si los alemanes viven con la satisfacción de ser los trabajadores más intensos y eficientes, mejor para ellos. Los españoles no podemos ser culpables por tener luz del sol hasta las 10 de la noche, y, por supuesto, nunca viviremos como si no la tuviésemos. (Sospecho que la nada, el Cielo y el infierno deben de ser muy similares para unos y otros).
Pero, incluso así, el Partido Popular, lejos de prestar auxilio ante un ataque foráneo, se muestra fiel partidario de los verdugos. No es de extrañar: quienes son capaces de emplear el terrorismo como instrumento político no cederán ante formas menores de dolo y daño.
Las fotografías publicadas en la prensa y en la Red muestran a los dirigentes del Partido Popular sin ningún entusiasmo y con una rodaja de pepino en la mano. Parecen preguntarse: ¿de verdad tenemos que comernos esto?, ¿meternos esto en la boca? Se miran unos a otros. No consiguen engañar a nadie. Patriotas de cartón.
De nuevo, estos políticos nefastos de la derecha española han buscado un puñado de votantes entre los tontos. Habrá que ver si lo han conseguido. Tontos no faltan en España, y se pueden coger con pala, en cubos, con redes, a montones y en camiones. Quién sabe si algún aprenderán los españoles algo sobre el perjuicio que se causan a sí mismos al exponer a la intemperie de la moral sus debilidades nacionales.
Yvs Jacob
jueves, 2 de junio de 2011
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