Quise titular esta entrada ¿Qué pensaría G. Lukács del Movimiento 15-M?, pero es evidente que tiene muchísima menos gracia. (G. Lukács, teórico marxista de tercera generación que se cuestiona las posibilidades de éxito de la praxis cuando su dirección es estrictamente pacífica).
Paso a diario por la Puerta del Sol para ver qué se cuece. Son siempre los mismos individuos quienes se dirigen a los demás con el megáfono. El megáfono es como la caracola en El señor de las moscas: quien lo tiene, además del turno y la voz, tiene el poder de orientar a los demás con la palabra, pero si es siempre uno quien habla desde el megáfono, entonces no hay apenas diferencia con otras formas de pantomima y de analfabetismo político. Al ver a estos jóvenes -y tanto que lo son- que juegan a comunicar el pensamiento, el Movimiento 15-M se me presenta más festivo que eficaz, y no deposito en él la menor fe.
Tengo la inequívoca impresión de que, igual que los representantes políticos en las instituciones legislativas y de gobierno han perdido el vínculo con los que la propaganda del mundo editorial ha bautizado como indignados, tampoco estoy yo representado en las proclamas de esa parte de la juventud española, por más que me considero joven, sensato y de izquierdas. Aparte del abigarramiento de las libertades sociales -hay gritos contra todas las cosas: ley Sinde, ley antitabaco, leyes de inmigración, leyes sobre medicamentos...-, que no es más que confusión respecto de lo que supone vivir en sociedad, me ha proporcionado un artículo del profesor Carlos Fernández Liria un motivo todavía más firme para distanciarme de la izquierda que se atribuye la pureza del humanismo racional en una acampada urbana. En Algunos somos comunistas se expresa lo que otros -que no somos comunistas- intuimos apenas poner un pie en la plaza: existe una izquierda que vive instalada en las nubes por mucho que se pretenda empeñada en resolver los problemas de la realidad, una izquierda que colonizó, si es que no impulsó, el Movimiento 15-M. Yo la he llamado en ocasiones la izquierda guay. Aunque guay, es preferible su existencia al mundo que resultaría si el horizonte de la libertad y de los derechos humanos desapareciese. No obstante, esta izquierda guay se encuentra preferentemente dentro del PSOE, su izquierda a la izquierda, porque la izquierda fuera de esta formación sólo cabe identificarla bajo el título de comunismo -imposible, claro, el comunismo libertario. Aquí hay detenerse.
Me alegra infinitamente que Fernández Liria cite la conferencia del profesor José Luis Pardo acerca de la nueva izquierda y su intento de echar un velo de deformidad sobre el viejo comunismo, para afirmar que el comunismo auténtico es todavía posible, puesto que jamás ha existido. Fernández Liria, a quien no vi en la conferencia, y a quien, por lo demás, tampoco Pardo incluye en la nómina de las estrellitas new left -Negri, Rancière, Badiou... y se le echaba en falta-, manifestó en su Educación para la ciudadanía algo similar: el comunismo nunca ha sido posible porque siempre ha fallado en su vertebración el concepto de la libertad. No obstante, y éste era el tema preciso de la conferencia de José Luis Pardo, qué hacer con los experimentos fallidos -Rusia, Corea, China, Cuba...-; quién o qué debe cargar con ellos, o lo que es igual: ¿puede alguien ser comunista e ignorar lo que ha sucedido en la historia en nombre del comunismo? Yo salí de la conferencia convencido del siguiente y divertido pensamiento: debe de haber muy pocos comunistas comunistas. (Dígase también que el libre mercado, cuando estricto capitalismo, ha cometido y comete sus propios crímenes).
Acepto la modificación de la ley electoral si con ello IU, por ejemplo, obtiene en el Parlamento una representación más acorde con el número de votos que recibe, incluso si el PSOE debe ser sacrificado; acepto además que las listas sean abiertas, porque me interesa conocer al candidato de mi distrito para exigirle todo su esfuerzo, y prescindir de él cuando no defiende mis intereses; acepto prohibir la inclusión en listas de cualquier imputado en un caso de corrupción política y muchas otras reclamaciones cabales. Ahora bien, otras se elevan estos días que son puro disparate, y que sólo dentro de una revolución internacional de siglos podrían convertirse en tímida realidad -el ejemplo más claro es la posición de la izquierda guay respecto de la inmigración en un mundo global que interpreta los recursos en términos de capital o deuda.
He advertido además la confusión que alimentan algunos tertulianos radiofónicos y televisivos, también muy guays, respecto de la organización del movimiento y la eficacia que suponen deriva del mismo. Propongo atender a este principio: organización no es eficacia. El festival de la Puerta del Sol está bien organizado, cierto, y respecto de otros festivales, sólo se echa de menos la sección de peluquería, donde hacerse unos rastas. Sin embargo, la eficacia es algo bien distinto, y tanto lo es, que, por ejemplo, se ha perdido una muy buena ocasión, con la derrota del PSOE en las elecciones del 22 de mayo, de aprovechar un cauce para que lo que quiera que sea que unos jóvenes propongan llegue al lugar donde las reformas se hacen realidad. Los indignados deben ser conscientes de ello: no es lo mismo una revolución en cautividad, como ocupar una plaza para los medios de comunicación, que transformar la realidad socioeconómica mediante los instrumentos adecuados, y sobre todo si la lucha es sólo pacífica.
Tras varios días de observaciones, llego a la conclusión de que muy pocos de los asistentes a las charlas y asambleas comprenden la profundidad y la gravedad del momento. La cuestión es mucho más que un cambio en el sistema, signifique el término lo que se quiera, la cuestión es un cambio respecto de las propias actitudes individuales en relación con el mundo. Sólo el sábado por la mañana encontré un pequeño grupo que instaba a seguir un estilo de vida sostenible, lo que ataca tanto a la producción como al consumo, a la economía y a la psicología. Sin embargo, al anochecer, cuando el festival se convierte en fiesta, chinos y paquistaníes penetraban la masa para proveerla de latas de cerveza. La imagen era deplorable. Era la misma tristeza, la misma e irresistible esclavitud que se percibe los días en que no hay lucha abierta.
Quiero insistir en lo siguiente: es cierto que el sistema ha fallado, el sistema deja fuera del mundo a quienes no necesita, pero también la sociedad ha encontrado su nicho en la exclusión, en la pereza, en el falso bienestar, en la seducción de la mercancía, en la negligencia de la política. El movimiento fracasará porque es más de lo mismo: todos allí teníamos nuestra cámara Nikon en la mano, nuestra camiseta serigrafiada para el momento; en los puestos de comida, se amontonaban, comprados o donados, paquetes de alimentos de producción industrial, y de nada sirve un simbólico huerto si no sabemos cómo cuidar de nuestro jardín.
Yvs Jacob
martes, 24 de mayo de 2011
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2 comentarios:
Yo es que ando confuso totalmente y ya no sé que es mejor... ¿La mejor organización social? Sin duda la de la aldea de antes de la mecanización (y no pinso en el cacique local), me refiero a sus habitantes, pequños propietarios libres, que por fuerza debían colaborar entre sí para lograr fines como el mero saneamiento de caminos... sin duda el comunismo perfecto. Evidentemente para un Estado, esto no funciona, no todo el mundo puede ser pequño propietario. ¿Qué es lo mejor? Economía de mercado artesanal: precios caros, escasez de productos. ¿Libre Mercado industrial?: ¿a quién vendemos el sobrante, si ya no hay, ni es deseable que lo haya 3º mundo? Comunismo tipo soviético: vale si es el de la NEP,porque yo quiero libertad para mi pequeño negocio y esto no se parece a lo que pensaba Mussolini en lo económico... Pues que no sé lo que debería ser, macho....
Gracias por su comentario. Se me ocurren algunos ingredientes para la receta "salvar el mundo": hay que recuperar la ciudad, el concepto aristocrático de los valores y al artesano. Por extraño que parezca, tales componentes no son contrarios al libre mercado, sino que le pertenecen en su esencia. Lo contrario al libre mercado es lo que actualmente gobierna el mundo: la homogeneidad y la vulgaridad.
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