Leído en la prensa: a Inditex le va tan bien en el mercado de la vulgaridad que sus directivos se plantean la posibilidad de aumentar su oferta con una nueva cadena de calzados y complementos. ¿Pero es que no vamos ya lo bastante mal vestidos por cuatro perras que todavía seremos víctimas de la insaciabilidad de la pobreza del espíritu?
De todas formas, el afán de vestir de una manera singular en un mundo de casi 7.000 millones de almas es tan absurdo como la pretensión de algunos grupos de la moda y de la industria textil de vestir uniformemente a la mitad.
William Morris, al que he amado como a un padre, decía que las clases ricas eran también responsables de la vulgaridad que afectaba, en todos los aspectos de la estética, a las clases pobres e inferiores, porque en su época, la del auge de la industrialización, se originó una nueva forma de tiranía, la moda, considerando que el mundo pasaba de la subsistencia al consumo de bienes superficiales y efímeros, y lo que hasta entonces se había tomado por lujo pasaba a engrosar la más temible y monstruosa fealdad, la democratización del mal gusto.
Más de un siglo después de esa reflexión, es fácil observar que, en efecto, Morris no se había equivocado, y aquellos a quienes les va bien diseñan hasta en el más mínimo detalle el universo de los demás. Es así que existe Ikea, con sus anuncios televisivos para gilipollas, y que Inditex ha conseguido que cualquiera de nosotros se parezca a uno de sus vecinos, y como todo el mundo tiene en casa los mismos muebles y las mismas chucherías para gente triste y sin imaginación, no sorprenderá si el del segundo piso se confunde y te orina en el baño, creyendo que era también parte de la república independiente de su casa. Y se lleva una hostia, claro.
Yo quiero pedir a los directivos de Inditex que se toquen la cola un rato y que no avancen más con esa iniciativa sociosuicida. Les animo a que salgan a la calle, a una cualquiera de cualquier ciudad española, y que mediten acerca de sus atentados, ya sea en lo que a sus locales se refiere como a las prendas que los muertos de hambre nos vemos obligados a vestir.
¡Tanto libre mercado y tanta polla!
¡Cultura, ya, cojones!
Yvs Jacob
miércoles, 23 de marzo de 2011
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