Ana Botella pertenece a esa raza ibérica de políticos intrascendentes, y hasta el término "político" aplicado a ella debe matizarse, porque le corresponde en tanto que se dedica a servir a lo público -¡atención, no más que una definición!-, y no porque cuente con alguna virtud para ello, sino por puro y triste apetito de ostentación del cargo, algo extraordinariamente común en la derecha española.
Es de la estupidez más absoluta atribuir o concentrar las preocupaciones ecológicas en la izquierda política, y despejar a la derecha de cualquier implicación en el cuidado del medio ambiente y de la salud pública. Hay muchos aspectos que no son susceptibles de una ideologización fanática, porque el mismo aire respira el cretino que vota a la derecha que el entusiasta de la jovialidad socialista. Pero en España no existe ningún espacio en que no se hayan excavado las trincheras, y si para colmo una simplona sin talento ni vocación como Ana Botella queda al cargo de cualesquiera competencias, entonces es mejor que el ciudadano se arme un búnker en su casa y no salga de ella hasta las próximas elecciones, porque ya ha sido probado lo peligrosos, lo letales que pueden llegar a ser los tontos.
Pero, ¿a qué se dedica exactamente Ana Botella?
Para una persona con auténtica, sincera entrega a la sociedad desde la política, no pasar a la historia, incluso a la pequeña historia de la ciudad, es cuando menos una tragedia, pero en el caso de Ana Botella, que siempre será lo que no dejó de marcharse cuando se fue su valedor devaluado, ¿qué podrá decirse en un tiempo tan reciente que apenas podría ser considerado historia? Absolutamente nada, aunque existen por fortuna las hemerotecas, donde el periodismo ha coleccionado sus disparates, propios de quien no tiene la menor idea de aquello que dice o hace. Porque, ¿a qué coño se dedica Ana Botella? ¡Oye, ni puta idea! Pero seguro que cuenta con un par de coches oficiales y varios guardaespaldas, atributos que en España hacen al político, para sorpresa de las democracias avanzadas. Y así nos va, claro, lo que no sorprende, por cierto, a ninguno de los ciudadanos de aquí.
¡Ah, Ana Botella, ojalá que la lluvia ácida deje de ser milagro y te caiga un chaparrón!
Yvs Jacob
jueves, 10 de febrero de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario