No hay día que pase que no me convenza de lo muy adentrados que estamos los españoles en la senda del más severo de los agilipollamientos.
La RAE, con esa voluntad legislativa que encuentran los españoles cuando abrazan cualquier posición de control, se ha propuesto que todos hablemos mal y escribamos peor. A esto se lo conoce como "proletarización de la lengua", y bien es sabido que nunca una proletarización es "de máximos", sino que el triunfo de la pobreza hace claudicar a los más insignes espíritus de su excelencia, todo por miedo a no ser comprendidos. Es lo que sucede hoy cuando alguien escribe bien: nadie le entiende ya.
He vivido con terror los últimos días al lanzarse a la opinión pública la posibilidad de que la "i griega", la querida "i griega" -"¡y!"- de toda la vida podría perder su nombre tradicional por una estúpida extravagancia, quién sabe salida de dónde.
He consultado los asientos de la RAE y creo apreciar que ya no hay allí culos de filósofos, salvo el de Emilio Lledó, al que no habrá sido difícil ignorar. Si hubiese filósofos, y también deberían saberlo nuestros agudísimos filólogos, que las palabras tienen una hitoria sería una lección para compartir con los hispanohablantes, más allá de qué coño significa "bochinche" para un hablante del español de Guatemala, y otros gestos de buen rollo que tanto seducen ahora a los académicos de la Posmodernidad guay. Porque la "i griega" no es sólo una letra, de hecho es también una palabra, joder, es una con-jun-ción, y el nombre que recibe tal signo lingüístico nos-re-cuer-da-que-só-lo-so-mos-u-na-mier-da-en-el tiem-po. Yo sé que esto no lo puede asumir cualquiera, es imposible para la derecha política, y también para el espíritu legislador, cuyo anhelo es dejar huella. Pero la plasticidad de la lengua, su carácter maleable no puede vencer a la historia, en todo caso distrae a sus hablantes.
Me viene a la memoria una reclamación histórica de Ian Gibson, por cierto, al que hace un par de semanas que no veo por el barrio -¿se encontrará inmserso en su espeleología funeraria?-, acerca de la poca atención que presta España a la lengua árabe, teniendo en cuenta que la península Ibérica estuvo ocupada durante casi siete siglos por un pueblo que estudiaba matemáticas y jugaba al ajedrez, antes de decidir convertirse al analfabetismo. Pero, Gibson, Ian Gibson, menos tiempo pasaron los griegos aquí y les debemos por vía latina casi el 30% de las palabras del español, y a punto estamos de aniquilar el último de sus vestigios.
Por fortuna, los académicos han dado marcha atrás, y la "i griega" seguirá siendo la de toda la vida. Me pregunto quién habrá convencido a esas personas tan mayores para detener el despropósito "quasi" senil, y por qué han perdido los asistentes sociales la buena costumbre de ordenar a los ancianos sus pastillas.
Yvs Jacob
miércoles, 1 de diciembre de 2010
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