viernes, 17 de diciembre de 2010

Angela Merkel es un poquito tonta

Así se desprende de su actitud para con los pobres países del sur de Europa.
Pero el prejuicio germano no es más que la expresión de una gran bobada procapitalista, que ha convertido a una raza siempre frustrada en accidental capitán(a) de la industria, en terminología materialista, y su necesidad de esclavos del consumo ha llevado a Frau Merkel a estimular a esos muertos de hambre que habitan en el sur a golpes de verbo, porque trabajan demasiado poco y gastan el dinero que no es suyo con festiva facilidad mediterránea.
Muy mal vamos así hacia la construcción de Europa. Personalmente, no creo que Europa exista. Cualquiera que lea una obra seria acerca de la formación de las naciones europeas comprendidas en un triángulo hipotético con vértices en Noruega, Portugal y Turquía se da perfecta cuenta de lo cerca que está un desiderátum de un disparate mayúsculo -*¡disparátum! Porque la comunidad cultural ha sido tergiversada, pues lo importante son las estructuras socioeconómicas de carácter histórico que han hecho de cada nación la que es, más allá de que en Gran Bretaña y en Bulgaria los hombres de letras sean capaces de interpretar un mito griego y se encuaderne la Biblia en cuero fino.
Y qué decir del modo como franceses y alemanes engañaron a los países de sur para entrar en la Unión Europea... -por entonces, Comunidad Económica Europea. Las grandes potencias europeas ya existentes quisieron ganarse la fidelidad de una clientela, para luchar contra la competencia no europea que pudiese tomar como presa al mercado griego, portugués, español... Las grandes potencias prestaron su dinero, los fondos estructurales, para que los países del sur iniciasen un desarrollo que los condujese por la senda del consumo enfermizo; y en ello estamos -¡somos igual de imbéciles que los demás europeos, ergo Europa existe!
Pero el bienestar tiene consecuencias. La primera y más importante es que no todo el mundo puede disfrutar de él por mucho tiempo, al menos tal y como está planteado el sistema productivo mundial. Esto significa que, según el principio de la producción de superfluidades o necesidades inventadas que se conoce como "libre mercado", sin consumidores no hay beneficios. Pero no puede haber consumo sin trabajo, ni trabajo si se pretende economizar tanto la producción que resulte una masa de ansiosos consumidores sin medios para adquirir absolutamente nada -cero, vacío, caca, mierda... ¿Lo entiendes, Angela?
Y obsérvese un día normal en cualquier ciudad española. Es cierto que existe en España una tasa de paro importante, pero ¿acaso no hay millones de trabajadores tan sufridos o incluso más que el trabajador medio alemán que mima a sus sindicatos? Quiero decir: ¿acaso no hay gilipollas también aquí? ¿Y qué puede hacer un país al cual el bienestar ha condenado a prescindir de la industria, a especilizarse en un dudoso sector de los servicios, en la naranja levantina, en la corrupción urbanística, y a esperar las épocas de sol, a la caza del disputado turista centroeuropeo analfabeto en su semana de descanso?
¡Ah, querida Angela, qué simplona eres para haber nacido en la tierra del egregio G. W. F. Hegel!
En lugar de exigir a los pueblos del sur que trabajen más, observa que ya lo hacen en lo que pueden; probablemente llegarás a la conclusión de que es el chiringuito económico el que funciona mal -seguro que lo conseguirá tu atocinado cerebro teutón-, y tal vez descubras la terrible realidad ya conocida por muchos de nosotros: en el mundo, o sobra la mitad de la población, o para que unos puedan vivir como imbéciles es necesario que otros vivan de la caridad. Tal vez haya que ir echando leña a las calderas...


Yvs Jacob

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