Si todo es despreciable en los medios de comunicación de la derecha española, desde su defensa a ultranza de un liberalismo inalcanzable para la pobreza moral y cultural de España hasta la agresividad claramente inconstitucional de los muchos opinadores que en ellos abundan, la ingenuidad tan próxima a la estupidez de los medios más a la izquierda no tiene efectos menos vomitivos. Los medios "recién llegados" y con ganas de significación y fuerza contrarrestadora, La Sexta y Público, decidieron desde el comienzo apostar por la España guay, fomentar una ideología de izquierdas libre de los prejuicios siempre atribuidos a la derecha. Pero tanto entusiasmo sólo está consiguiendo ridiculizar los valores que se pretende ensalzar. Como Intereconomía y La Razón, los medios de la izquierda son caricaturas de una ideología, son aptos sólo para tontos, y tontos hay en la derecha y en la izquierda. La izquierda mediatizada por la manipulación informativa piensa que supera a los tontos de la derecha porque ha sublimado la agresividad con el buen rollo, pero no por eso deja de ser tonta. Es cierto que un tonto no agresivo es mejor que uno agresivo, pero un tonto es siempre peligroso. El tonto que cultivan los medios de la izquierda no es pasional, como el envenenado por Intereconomía, por ejemplo, sino sentimental. Ahora bien, el tonto sentimental, el tonto emocional, se deja llevar, pierde la idea cabal de la realidad que todo ser humano debe construir y confunde el bien universal imposible con el bien de su sociedad concreta, dentro de la cual rige el más estricto pragmatismo en tanto que las relaciones humanas son, primordialmente, económicas.
Al mismo tiempo que el Partido Tontular se ha decidido por exhibir sin pudor el núcleo duro de su ideología, los medios de la izquierda guay han hecho lo propio con su infantilismo demagógico de escuela periodística con acné. En los programas de La Sexta, por ejemplo, varios gitanos han desfilado para mostrar al español viejo que no hay nada que temer. Lo mismo ha dado que el gitano fuese de la Europa central o un descendiente de los egipcios cuando se quería aleccionar a la sociedad española acerca de lo inapropiado de criminalizar a una etnia. El gitano, pues, es intercambiable, y si España consiguió integrar a unos gitanos, podrá hacerlo con otros. Lo más divertido de esta solidaridad mecánica defendida por la izquierda guay se encuentra en las preguntas a los gitanos flamencos españoles sobre el problema de los otros gitanos, cuyo único parecido es la piel morena. El intento de hacer del gitano un filósofo de la moral me ha partido por la mitad.
Otro caso bien tronchante de fuerza opositora a la corriente arrolladora de la derecha lo proporcionó la Cadena Ser hace unos días. Uno de sus reporteros localizó a un joven gitano rumano en Alcalá de Henares; la madre trabajaba como enfermera, y el padre, guardia de seguridad. Tal y como se presentó la conversación, este gitano valía por todos los males de su etnia, era, él también, intercambiable por todos los demás gitanos. Como quería ser abogado, el resto de los gitanos quedaba perdonado, absuelto, esto es, se exigía una revisión del imaginario español, al que se trasladaba la culpa de la suerte de los que sufren su desprecio.
En fin... Éste es el espíritu de los medios de comunicación en España. Cada día lamento más que haya tanta opinión en los medios y sólo una emisora de música clásica en todo el dial. Somos tan europeos...
Yvs Jacob
miércoles, 22 de septiembre de 2010
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