Hay un episodio en Crimen y castigo que se presta insuperable en relación con la última muestra de incompetencia de Esperanza Aguirre, ese complejo ser humano con el capricho del gobierno. Una mujer que acaba de enviudar de un funcionario alcohólico, en la desesperación de tener que ganarse la vida con la caridad, grita a su hijastra "parle-moi français, para que la gente vea que no somos pobres, sino de buena familia".
Parece que la condesa consorte estudió, cuando niña, en Inglaterra, aunque a juzgar por lo mal que habla en inglés, y por las barbaridades que dice en castellano, no debió de ser un portento, ni mucho el poso de buenas maneras adquiridas en aquel mundo tan antiguo, no obstante el dinero invertido por su familia en la educación de este preciado tesoro.
Nunca he comprendido el modo como José María Aznar repartió "los chuches" para formar el primer Gabinete con que se inició en el gobierno de los españoles para desgracia de toda la humanidad. Recuerdo que mucho se comentó que a Abel Matutes le adjudicara una tarea por encima de sus humanas posibilidades no más que por el dinero que su familia había puesto al servicio del Partido Popular, pero nada fue revelado de por qué los demás accidentes, y mucho menos, por qué Esperanza Aguirre, ni por qué con la cartera de Cultura, de nuevo, solicitud de un imposible. Pero así fue, y de aquellos delirios nacieron otros, y se encuentran hoy los madrileños con una úlcera que los consume, igual que si hubieran comido algo que no les cayera bien, algo vivo que patalea dentro de su estómago.
No es fácil imaginar a la Reina de los británicos gritando "¿por qué no te callas?" a nadie, ni lo es que Gordon Brown, que también comete faltas de ortografía en su lengua, prodigue tan lindas palabras a un enemigo político -abandónese ya la cursilería de "la rivalidad"-. Es más: Alberto Ruiz-Gallardón, que aunque no afila los colmillos con violencia es tan lobo como cualquiera de los que dirigen el Partido Popular, este alcalde que ha perdío el sentío, no se presenta a mi imaginación con la soberbia soez de la lideresa, y es seguro que los insultos que también debe dedicarle en privado mantienen todavía la mojigatería de colegio privado ya caducada en la presidentísima.
Me alegro porque pueda la ciudadanía ver lo que el poder oculta cuando Esperanza Aguirre lleva zapato alto y abre la boca, pero me supera una profunda tristeza ante la vulgaridad de la democracia. El único instrumento para obrar la comunidad de los hombres se desperdicia por la pobreza y por la ignorancia, tanto de aquellos que eligen como de quienes resultan electos, pero todos patéticos seres humanos esclavos de ideas que, por incomprendidas, redundan en su estupidez. Culpable es la ciudadanía por aupar a unos gobernantes viciados, y culpables también éstos, a quienes hay que descender a gorrazos del Olimpo que es su fantasía: entiéndase de una vez que las elecciones no eligen -ni podrían- a los mejores ni más aptos, y que si cuentan con alguna virtud, no otra que la de coronar a muchos pigmeos con el laurel de los analfabetos.
¡Joder! Y menudo circo hemos montao...
Yvs Jacob
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