En sus sueños más deliciosos, Esperanza Aguirre imagina que ha rejuvenecido dentro del cuerpo de Margaret Thatcher... ¡Qué dientes! ¡Y qué bonito lleva el pelo!
Hace unos días escuché al crítico de cine Carlos Boyero contar una divertida anécdota en la Cadena Ser. Transmitía Boyero con mucho humor el pesar que agobiaba a un enano cinematográfico, actor de verdad, que no soportaba que directores y productores lo encasillaran por su condición, y manifestaba su deseo de hacer papeles de galán. Éste es el mundo de los hombres. El enano, obvio es, debería conformarse con ser el mejor de los enanos, pero no le está permitido nada más.
He encontrado alivio en todas partes tras constatarse que Esperanza Aguirre no tiene fuerza electoral fuera de Madrid, y digo en todas partes porque Mariano Rajoy parece haberse librado de una molestia persistente, lo cual le permite aparentar autoridad, aunque llegue a ella de un modo similar a como los antiguos estoicos encontraban la conclusión en la argumentación: no porque se haya probado que un argumento es verdadero, sino por ser su oponente falso. El mundo de los hombres.
A Esperanza Aguirre habría que gritarle aquello que el director de cine amigo de Boyero espetaba a su enano tocapelotas: en aquello que está a tu alcance, limítate a ser el mejor, pero no quieras ir más allá de tu afortunada limitación.
¡Ay, Esperanza, qué desesperanzados nos tienes, condená!
Yvs Jacob
martes, 3 de noviembre de 2009
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