jueves, 17 de septiembre de 2009

La noche en blanco, y todos los tontos danzando

Antes, cuando Madrid era una ciudad provinciana, no cabían en ella acontecimientos tan modernos como La noche en blanco. Cocaína siempre ha habido, y tampoco han faltado porreros inmersos en su propia nube. Siempre los habrá. Desde hace unos años se celebra esta noche que algunos llaman 'cultural', y otros, 'del gilipollas'. Confieso que he participado, sobre todo porque disfruto paseando y porque, donde hay gente, hay espectáculo. He visto gilipollas a las puertas de los museos y de cualquier edificio que abría las suyas con la gratuidad cultural que defendía Immanuel Kant; colaboración desinteresada, oportunidad para la ilustración de los paupérrimos espíritus madrileños y para su libre curiosidad, que parecen reservar hasta la fecha. Esta actitud, la de acudir a la noche de la cultura como a la llamada de una oferta de supermercado, me desconcierta. Uno puede emborracharse una noche cualquiera, y la desesperante contemplación de obras de arte con angustioso acompañamiento de humanos, vulgar hacinamiento ovejero en los receptáculos del onanismo, lo es todavía más cuando el diletantismo se arroja a las calles en masa y exige lo que obvia 364 días -o noches- al año: cultura.
Por lo demás, las actividades culturales reguladas me deprimen, y soy sinceramente favorable a la espontaneidad creativa del hombre 'neutro', que diría Jean-Jacques. Propongo, pues, queridos amigos, que no cedáis a la tentación de la baronesa Thyssen, que no cogáis un resfriado en el MNCARS, que no esperéis bajo la columnata de la Bolsa ni hagáis nada de eso que no haríais en un día normal con placer. En lugar de este civismo embotellado, prefiero que os consideréis por una noche artífices de vuestra propia vida, y que empleéis vuestra imaginación en la producción de arte. Sólo me decidiré a presentar algunas sugerencias que en ningún caso deben ser tomadas como propuestas definitivas.
Los episodios de la Pasión de Cristo superan a cualquier otro motivo representado en la historia del arte. Atrévete a componer tu propio espectáculo sangriento. Sería muy bonito presenciar en vivo una crucifixión. Ya tienes un público masivo, sólo tienes que buscar a tu víctima. Adelántate a la Navidad; la proliferación de reproducciones con las peripecias cristianas entonces afectará a tu originalidad y podrías quedar como un vulgar advenedizo sin gusto. Asegúrate de mortificar a tu rehén ejemplarizante con severidad bajo la tetilla: pocas cosas perjudican tanto al arte como la indecisión de su artífice.
Sé que podrías animarte a la danza entre fluidos sódicos. La meada callejera es siempre inferior a la repoblación forestal sobre una base de granito, cemento u hormigón. Atrévete a plantar tus propios pinos, y si la fiebre de la creatividad aumenta, imita a nuestros primitivos hombres modernos; un mural de manos, escenas de caza y hasta orgías... Arte es coprofagia: cómete tu parte.
Multiculturalismo canalla. Si tienes claro cuál es tu etnia, busca individuos de otra y apaléalos con tus amigos. Variaciones sobre el tema: naciones, equipos de fúlbol, religiones, partidos políticos, vecinos...
En fin. Existen muchas y variadas maneras de disfrutar de una noche en blanco sin necesidad de hacer cola. Siente la libertad del artista e imita a tu propia naturaleza. Porque tú lo vales...


Yvs Jacob

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