lunes, 25 de junio de 2012

La nueva responsable de la DGT nos quiere vender una moto

A María Seguí no la conocíamos de nada, y eso que es una española doctorada por la Universidad de Harvard, pero tan pronto empezó a repartirse entre los abonados al PP la pedrea de las últimas elecciones, parece que le cayó una dirección general, la de Tráfico, y en poco tiempo en el cargo ya nos ha dejado dos deliciosas galletitas muy -pero que muy- peperas. La primera de ellas, apenas firmado el documento donde figuran su nombre y el número de la cuenta donde quiere que el Estado compense sus esfuerzos, nos advertía de lo malos que eran, han sido y son los socialistas, al insinuar que bajo la dirección de Pere Navarro no se realizaba un cómputo real de las muertes en carretera, porque los socialistas engañan, y el número de muertos podría ser mucho mayor -¡y ojalá que lo sea! En efecto, esta actitud obedece al más puro estilo del PP, ya sabéis: quítate de ahí que yo lo hago peor; he presionado yo, pero ahora no estoy conforme con las condiciones que he pactado, y todo eso... Por lo demás, no, no es el primer caso de una pedrea que le acierta a uno en la cabeza, y ya os podéis imaginar cuando te da y te da bien, por mucho que hayas estudiado en Harvard. La última galletita la he encontrado hoy en El País, donde dice la Seguí (me permito esa libertad porque es de Barcelona): "Entre una carretera y una autopista de pago, yo escojo la de pago". ¡Claro, chiquilla! ¿En Harvard, no? Vamos a ver si os lo explico, por si acaso alguno de vosotros es lo bastante gilipollas y todavía no entiende de que va todo esto. Muchas veces se nos dice que en Luxemburgo se paga un impuesto por circular por sus autovías y carreteras, y también que en los países nórdicos la fiscalidad es mucho mayor que en España, donde en lugar de impuestos se conceden amnistías, y se compara también el precio del billete del suburbano en Londres con lo que cuesta en Madrid. Hay entre los españoles una ficción mucho más peligrosa que otras, a menudo expresada como "los países de nuestro entorno". Por extraño que parezca, no refiere a nuestros logros culturales, inexistentes, claro, sino más bien a todas aquellas soluciones de todo tipo a las que han llegado determinados pueblos europeos y que nosotros, los españoles, queremos adoptar, pero con el desprecio correspondiente de aquellas otras sin las cuales las primeras tampoco podrían explicarse. Un ejemplo sencillo: el precio de un billete de metro en Londres para un mínimo de tres zonas según tarifa es de 4 libras; el salario medio para empleados de jornada completa en el Reino Unido es de más de 45.000 €, y en cuanto al PIB, dicho país ocupa el puesto número 6 entre los más ricos, mientras que España, en el 12, tiene casi un punto menos, que supone muchos millones de dólares, libras, euros, lo que se quiera. Presentados tales datos al PP, sus dirigentes sólo observarán lo siguiente: ¡el billete sencillo de metro en Madrid podría ser todavía más caro!
Y ahora empiezan ha llegar noticias muy confusas; disminución del límite de velocidad en las carreteras secundarias, aumento de la velocidad en las autovías, posibilidad de un impuesto de circulación, además del correspondiente al vehículo... La Seguí lo tiene claro: ¡que se pague! Y ya estamos con lo de siempre: allí donde no existe un impuesto específico, se entiende que se presta un servicio público de manera gratuita, y eso se va a acabar -o así dicho: lo público, si gratis o muy barato, o lo hundimos o lo hundimos. Nadie cae en la cuenta además de que en los países donde más se paga y se paga por todo los salarios duplican los que se perciben en España. Pero eso es una mierda, eso no se puede fijar mediante una ley positiva, porque ya existe otra ley eterna que es la del mercado... ¡Y cuánto mejor no será empezar también a pagar, y después ya se verá! Y mayoría absoluta.


Tocomocho repasa la prensa, para Basuragurú