Y los españoles, a lo nuestro: en vez de identificar un problema cultural y buscar los medios adecuados para resolverlo, nos metemos de lleno en disquisiciones filológicas, pero siempre triunfa la visión de la moral conservadora, esto es, si no hay acuerdo en cuanto al modo como la realidad se refiere, tal realidad no existe. Por supuesto, los problemas sociales son invenciones de la izquierda más incompetente, porque en el mundo de verdad, un mundo como Dios manda, las cosas pasan. Si uno percibe un salario miserable, "mire usted..."; si los empresarios son insaciables, "la vida es así"; si no hay justicia social, si fracasa la redistribución de la riqueza, "qué quiere que le diga"...
Se llama infantilismo en política a la cerrazón de un gobierno de derechas en no dejar ni huella de cualquier avance social impulsado por un gobierno de izquierdas anterior. Y es así como ha llegado el PP con los productos de limpieza, pero cuidado con el amoniaco. Para no dejar ni huella de los problemas inventados por la izquierda española, se les ha ocurrido a los "populares" que debe ser abandonado el lenguaje con que eran referidos. No les ha faltado ingenio, la verdad: no hay otro país en el mundo que contabilice a las víctimas de la violencia machista dentro de un delito tipificado, y aunque sean tantas -o más- en cualquier país europeo, si la ciudadanía ignora la cifra y el tipo de asesinato, ¡problema resuelto! -hay formas de la delincuencia que son menos patrióticas que otras, y no queremos que se piense mal de los españoles.
Pero no está de más que un pueblo revise los fundamentos de su cultura, y tampoco que se entienda la pluriformidad de la violencia. Por ejemplo, el Gobierno que preside Mariano Rajoy -e insistió el presidente en su saludo a las Fuerzas Armadas en su incrédulo presidir...- sólo cuenta con cuatro ministras, si bien le hubiesen correspondido dos más. Que un primer ministro de un gobierno progresista no alcanzase a copar la cuota de igualdad podría llegar a justificarse por la inmadurez de la democracia española, el corto período de bienestar extendido, quizá no suficiente para formar por igual a los miembros de ambos sexos en el espíritu progresista de la gestión de los asuntos públicos. Incluso inverosímil, esta justificación no exige demasiadas tragaderas. Ahora bien, que no haya bastantes mujeres en la derecha para gestionar al modo de la derecha, esto es, cuando menos, sorprendente. Por supuesto, sobre la paridad, ni la menor queja entre las mujeres de la derecha, y si no llegan a ocupar algunos cargos, pues por algo será, se dirán unas a otras. Hay que observar lo siguiente: en el mundo de los pobres, un loco te mata; en el de los ricos, un tonto se hace cocainómano y te deja por otra, pero vas un día a esquiar y conoces a Chechu, que también tiene dinero, aunque es un poco gilipollas. Pero es que la vida es así.
María Malamenti para Basuragurú
miércoles, 28 de diciembre de 2011
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