En estos tiempos en que tanto provecho gratuito puede obtenerse gracias a Internet, siento en mí la responsabilidad de devolver algo a cambio de tanta satisfacción. Es muy poco lo que yo sé hacer, y menos aun si tuviese que ofrecer con ello alguna compensación a aquellos a quienes he confiado mi entretenimiento, y en buena medida, mi diversión, aparte del Partido Popular, claro. Pero dudo mucho de que la justicia se realice, puesto que aquellos a quienes me dirijo es probable que no sepan una palabra de castellano -como gran parte de los españoles, por cierto. En cualquier caso, puesto que la moral tiene sólo que ver con la intención, y nunca con los hechos, que no son, moralmente, nada en absoluto, me libro de la subyugación, y con el placer de un juez -así, entre el bien y el mal-, interpreto a mi gusto la "Ley Sinde" y entrego aquí unas páginas ajeno por completo al "síndrome del creador español", es decir, sin la obsesión de que nadie pague por leer mi novela de mierda.
Quiero decir algo acerca de este documento excepcional. Ha sido rechazado por unas cuantas editoriales, y algunas hubo, sin duda, las más exquisitas e intelectuales, que ni contestaron cuando el manuscrito de los cojones fue enviado. Creo que ya he despotricado en alguna ocasión contra las editoriales. Diré todavía algo más: son todas una puta mierda, están en manos de incompetentes y tratan a las obras y a los autores como si fuesen tomates podridos -y no entraré en detalles técnicos, de disciplina, se entiende, pero traigo ahora el recuerdo, por ejemplo, de La condición humana, de Hannah Arendt, cuya edición castellana, a cargo de Paidós, tenía errores ortotipográficos en el texto castellano y en las citas de todos los demás idiomas (inglés, francés y alemán); un prodigio editorial, vamos, y hasta el título es inadecuado.
Como no cuento con dinero para continuar manteniendo yo solo el sistema nacional de correos y envíos postales, y como me declaro contrario a que un lector sin formación estética ni humanística pueda determinar las posibilidades de una obra tan compleja como La undécima tesis, lego aquí, para todos los públicos, el producto de mi clarividencia atormentada por la despreciable realidad que es el mundo de los hombres.
Puesto que en España, a pesar de todas las editoriales que existen, se lee poco, despacio y mal -quizá por la recurrente manía de los editores, que insistentemente ofrecen al público obras de autores checos, húngaros y suecos, ¡y menos mal que en Gabón son todavía analfabetos!-, he dosificado mi arte en una suerte de capítulos semanales, de manera que los lectores accidentales puedan descansar de mi genio angustioso, envolvente.
Y ahí va:
Aktion BDM
Yvs Jacob
lunes, 31 de enero de 2011
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