Las autoridades españolas se han apresurado a tranquilizar a la población: España no importa cerdo alemán, sobre lo que podría discutirse...
Tres noticias que comparten algo dentro de mi imaginario para un mundo que apesta: Sorayita se rompe la nariz esquiando, se descubren importantes partidas de productos alemanes derivados de animales alimentados con piensos ricos en toxinas y un pistolero se desfoga en Arizona. En el caso de Sorayita, lo que más siento no es que pierda el poco olfato político que tienen ella y todo el Partido Popular, sino que grite todavía más en el Congreso, y ahora no por problemas de incompetencia, como es habitual, sino por otros burdamente físicos, si es que no lograse escucharse -la pobre- las cosas tan inteligentes y bien dichas que comparte con los españoles desde la tribuna.
En la distancia, es poco lo que yo puedo decir sobre los Estados Unidos de América, pero me ha llamado la atención el modo como se ha tratado el asunto, al escuchar en un telenoticias que podría existir un móvil político en la masacre. Vamos a ver si entre todos hacemos un esfuerzo. Un joven de 22 años que asesina a cinco o seis personas con un arma de corto alcance no puede tener ningún móvil puramente político ni su acción puede quedar comprendida entre las posibilidades de la acción política, porque si empezamos a interpretar de una manera tan generosa lo que hace un loco, terminaremos por no extrañarnos en absoluto cuando a otro individuo se le antoje innecesaria la parafernalia que implica una elección democrática y se haga explotar en un colegio electoral infestado de enfrebrecidos votantes.
Pero yo tenía ganas sobre todo de decir algo acerca del cerdo alemán, en estos días en que celebramos que Alemania tiene una tasa de desempleo inferior al 5% y ha recuperado el ritmo a pleno rendimiento en sus exportaciones. Frau Merkel, que en ocasiones ha manifestado lo perezosos que son los habitantes del sur de Europa, comparados con el sufrido trabajador alemán, se encuentra ahora con un desastre de no poco alcance por un quítame de allí unas salchichas. Es además muy satisfactorio que gran parte de las exportaciones de cerdo y pollo contaminados hayan llegado al Reino Unido, esa tierra con periodistas especializados en economía tan ingeniosos, y que se refieren a Portugal, Italia, Grecia y España como "Pigs". Tiene gracia, ¿no? Desde el Reino Unido se ha querido restar importancia a la amenaza alemana; ¡cómo no acordarse ahora de las "vacas locas"...!
Pero a Alemania le ha sucedido algo típico dentro del libre mercado: si el principio sagrado de esa religión social es que la actividad privada produce con mayor eficacia cuando no soporta control alguno, una vez más se prueba que, en efecto, la mierda se produce con mayor eficacia cuanto más se abarata el proceso de la producción. Y así resulta que haya muchos productos de cerdo alemán tan indeseables como algunos políticos... alemanes.
El Gobierno español ha respondido inmediatamente, y portavoces de las diferentes instituciones para la salud han informado que, a nosotros, con nuestro pollo y nuestro cerdo, nos basta, es decir, que no había riesgo de ingerir más mierda de la que ya ingerimos, para lo cual es suficiente pasearse con los espejuelos puestos por los pasillos de un supermercado y observar la variedad de contaminantes y matarratas con que el libre mercado llena sus estanterías y nuestras tristes vidas.
Pero quién sabe si no será ésta una buena oportunidad para enviar los productos españoles allí donde puedan ser ahora necesarios. En eso consiste la Unión Europea, ¿no?, unas veces son unos quienes dan por el culo, y otras, pues otros.
Yvs Jacob
domingo, 9 de enero de 2011
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