El machote Basagoiti encabeza la posición de fuerza de la democracia intolerante, que también existe. Esta mañana se ha podido escuchar en una entrevista en "Hoy por hoy" al genio vasco del Partido Popular dar rienda suelta a sus pasiones vengativas, y aunque negaba ser juez, hablaba como si estuviesen en su mano la potestad del castigo y el grado del mismo. Sobre el grado no cabe la menor duda de que el Partido Popular prefiere el ensañamiento, siempre que sea legal, porque la ley tranquiliza mucho a "los populares" -no así la moral. No obstante, y por fortuna, la potestad de castigar no corresponde a los políticos. El castigo se llama en democracia "justicia", y la justicia no exige nada más allá de lo que estipula la ley. Luego, si la ley se cumple, se cumple, y punto. Las ilusiones sanguinarias de algunos demócratas, tristemente, no las contempla la ley.
Como al machote Basagoiti no le apetece que su terroncito de poder se disuelva en un futuro muy cercano, busca el Partido Popular que la ley se aplique más allá de sí misma, esto es, contemporizando: que la ley haga esperar a la izquierda "abertzale" por haber llegado tarde a la cita con la democracia. Ahora bien, una cosa es que los partidos, en tanto que democráticos, se aseguren legalmente de que el debate político no se descompensa con la violencia física, porque cualquier otro tipo de violencia sí lo tolera la democracia española, y otra diferente es cuándo se levanta el veto al voto. Se aprecia con claridad el concepto de poder que gusta más al Partido Popular.
Todavía más significativo era el lenguaje para tontos empleado por el machote Basagoiti, que demuestra la genialidad de este singular político. Piensa el machote que cuatro años más de espera beneficiarán a la sociedad vasca, como si lo discutido en Euzkadi fuese el mobiliario urbano, y como si los violentos fuesen a desistir alguna vez de sus ambiciones secesionistas tras una cura de tiempo.
Mucho me temo que en Euzkadi -igual que en Catalunya- se ha mamado violencia antiespañola durante demasiadas generaciones, y todo tiempo parece ya poco para contrarrestar la fuerza destructiva de ese virus.
Más que nunca, el pueblo español necesita que el poder judicial supere la dependencia pragmática impuesta por la situación política, y que una mente clara, y con voluntad de hacer justicia, comprenda qué es de verdad lo conveniente en relación con la "ley de partidos" y con la parte importante de la sociedad que queda marginada de su representación democrática.
¡Dios nos asista!
Yvs Jacob
jueves, 4 de noviembre de 2010
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