Guste o no, si España quiere seguir considerándose un país democrático, pronto habrá de buscar un lugar en las instituciones a la subcultura "abertzale". Antes de que la "ley de partidos" consiguiese expulsar a todas las expresiones de Batasuna del Parlamento vasco, la situación en Euzkadi, siempre descompensada, permitía que una parte de su sociedad, la parte violenta, o mejor, la intolerante, abusara de la otra, "democrática", que se negaba a defenderse si no era con la ley. Cabe decir, mejor que "ley", "racional legitimidad", porque legal puede ser cualquier cosa. Pero la "ley de partidos" limitó el imperio de que gozaba el PNV, que recogía manzanas con sorprendente impunidad, y el pacto entre PP y PSE-EE superó la descompensación con un Lehendakari socialista, un pacto que no ha llevado exactamente al equilibrio, sino a algo igual de peligroso si no es concebido como temporal. Esto significa que, si antes los violentos asesinaban en nombre de algo que a veces cuesta siquiera imaginar, los demócratas que ahora gobiernan deben pensar en algo más que en meter a ciudadanos rebeldes en la cárcel. No puede encarcelarse a 200.000 personas. Por mucho que el PP, con ese portavoz siempre servicial, José María Aznar, insista en doblegar con la ley a quienes seguirán defendiendo su concepto de Euzkadi, en contra de otras concepciones, el problema, con ley o sin ella, está lejos de haberse solucionado.
Como al PP sólo le importa gobernar algo, lo que sea, le gusta ser visto donde más se hace un partido político ver, chupando cámara, el pacto con el PSE-EE, que se ha convertido en instrumento de una continua amenaza, le ha servido para disfrutar del poder vacío que tanto ansían sus dirigentes. El PSOE, sin embargo, siempre más abierto de miras, está convencido de la transitoriedad del pacto, al menos hasta que el eterno conflicto vasco se desenvuelva por los cauces de la democracia. El PP lo ignora continuamente, no sabría decir si por ignorancia, como tantas cosas, o por maldad, como muchas más, pero "democracia" significa "participación", así de sencillo. Una sociedad democrática es una sociedad participativa, una sociedad donde los privilegios no secuestran el derecho a voto. La sociedad, además, nunca es homogénea, para cualquier grupo dentro de ella existen muchos "otros". En Euzkadi, los "otros" no son precisamente, para el PP, los votantes del PSE-EE. Esto lo ve cualquiera. Sin "otros", no hay sociedad ni política, sino estupidez y una forma de autoritarismo que incuba su propia destrucción.
Habría, pues, que ir poniéndole un bozal a José María Aznar, y habría que darle unos tranquilizantes al machote Basagoiti, para que no amenace más. Guste o no, y la historia abunda en ejemplos, cuanto más tiempo esté Batasuna alejada del gobierno de sus propios rebaños, más agudo será el rencor. Además, no puede soportarse tanta ingenuidad: quienes han llegado a matar en nombre de una fantasía, legítima o no, nunca desistirán de sus objetivos morales. No obstante, será siempre mejor que desprecien al Estado español sin violencia a que lo hagan con ella.
¡Incómodo compañero de viaje el que se ha pegado a Patxi López!
Yvs Jacob
sábado, 30 de octubre de 2010
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