Es un todoterreno en el amplio ámbito de la literatura. Estos días hemos podido disfrutar del último subgénero cultivado por Pérez-Reverte, el "arreón a ex-ministro", una forma de crítica política, "opinión" que dicen algunos, que se caracteriza por la fina ironía, un logro de sutilidad sólo apto para plumas de excelencia -cierto que no se entiende cómo semejante don puja por manifestarse en el académico. La víctima de esta espada de verbo ha sido Miguel Ángel Moratinos, y hay mucho de absurdo en el asunto. Entiendo por "absurdo" algo parecido a lo que expresaba Albert Camus cuando enfrentaba veinte hombres armados con ametralladoras a otro que se defendiera con una navaja. El modo como el académico ha cargado contra el ex-ministro es de todo punto absurdo si se consideran la especificidad de su cargo y la afabilidad de su carácter. Es difícil pedir a un ministro de Asuntos Exteriores que haga algo más fuera del marco de sus competencias aeroportuarias. Pero, incluso si el académico pretendía advertir que la conciencia -que es coherencia, o adecuación del pensamiento con la acción- debería haber convencido a un miembro de un gobierno del PSOE de que la complicidad -o compromiso- con el Presidente había alcanzado ya un grado de lo inadmisible en el contexto de la crisis económica que atraviesa el país, existe otro vocabulario, mucho más sereno, que tal vez Pérez-Reverte conocería si leyese un poco en lugar de vomitar sobre el teclado de su ordenador.
Por otra parte, basta con ver la cara de Miguel Ángel Moratinos para trazar una delimitación en la interpretación de los rostros -a este respecto recomiendo al académico una obrita de Julio Caro Baroja, Historia de la fisionomía, por si de nuevo comienza a leer y nos priva así de futuros "best-seller" y de su careto en los kioscos. La conclusión es contundente: no se puede comparar a Moratinos con Francisco Álvarez-Cascos. No digo que lo haya hecho el académico, sólo me refiero a que esos rostros informan de diferencias absolutas. El vocabulario pérez-revertiano, no sé si de mercenario o de independiente pasado de vanidad y ya perdido en el laberinto de la locura, es más adecuado a un rostro como el de Álvarez-Cascos, mientras que la mesura sienta mejor para acusar a Moratinos de lo que sea que el académico pretende, y que no hemos entendido muy bien, tal vez porque los grandes genios de la literatura son a menudo crípticos, ¡qué coño, poetas!
Todo esto me produce una gran tristeza. Desde que José María Aznar introdujo en la política española lo hiperbólico, todo exceso es poco en los opinadores que asolan nuestra cultura, y algunos de ellos, los más cortos de inteligencia, creen que critica mejor quien insulta más, y que sólo quien insulta de manera explícita ejerce su libertad de expresión.
Yvs Jacob
lunes, 25 de octubre de 2010
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