jueves, 19 de noviembre de 2009

Periodista y periolisto

España, que como país me da cada día más asco, se está revelando, ya no como que una potencia de burros, sino de listos -¿nos habrá alcanzado por fin la evolución?-, algo que ha hecho progresar a esa ciencia extraña, el periodismo, con una especialidad nacional: el periolisto. Cualquiera que sintonice una radio o ponga en marcha su aparato de televisión lo tiene muy difícil para librarse del acoso del periolisto, informador aventajado, crítico implacable, forjador de pensamiento, enciclopédico recipiente de singularidades y precisiones y hasta corresponsal del futuro gracias a su perspicaz anticipación visionaria.
El periolisto es un intelectual soberbio, infalible, todo lo puede, todo lo soluciona, percibe la realidad con la claridad de una mente divina, por lo que siempre tiene razón -es un dios, aunque con pelos en las axilas-.
Con tanta abundancia de opinadores, con tanta sabiduría irradiada en la ondas y presente en los escenarios televisivos con alma de cuarto de baño kitsch, España debería sentirse satisfecha por la fortaleza de su 'pensamiento técnico'. El periolisto sabe cómo resolver un secuestro, cómo gobernar y estar en la oposición, cómo dirigir la economía e incluso la historia, y no sólo de su país, sino del orbe entero -un dios con dos cojones-.
El periolisto no carece de juicio moral ni estético, y conoce el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto con tanta intimidad que podría pensarse que ha grabado las Tablas de la Ley de la Verdad Absoluta con unos pedos madrugadores.
Dicho de una vez, el periolisto ya no opina, porque opinar es lo que hace la gente; el periolisto rezuma conocimiento, saber, ilumina aquello a lo que se aproxima; donde él está, no caben las tinieblas, donde haya un problema, encontrará la solución; donde un pañuelo oculte la mierda, la sola actividad neuronal del periolisto hará que la flor del logos asome, todo ello sin inmutarse siquiera.
Por último, sería equivocado asociar al periolisto con la derecha o con la izquierda, porque toda crítica verdadera vive en la transversalidad, atravesando cualesquiera limitaciones pragmáticas o didácticas.
¡Qué magnífico país sería España si pudiera sacar provecho de los nuevos héroes, los de la palabra! ¡Divino licor el que destilan esos cerebros que se alimentan de las audiencias!


Yvs Jacob

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